Negocios (libre)

Había tomado un avión en el aeropuerto internacional de la capital del Reino Unido, estaba interesado en un cliente que estaba en Nueva York, capital del estado de Albany en Estados Unidos. El viaje fue de apenas 7 horas, y una vez en el aeropuerto de Nueva York, arribó al embarque de pasajeros, vestido de una manera muy elegante, de un traje blanco casi por completo y con un sombrero y gafas de sol en los ojos para sencillamente protejerse del inerte sol de otoño.
El cadi que tenía las valijas se las llevó hasta un taxi color amarillo con manchas negras carecterísticos de la gran urbe.

Entró al taxi y le indicó al conductor que lo llevara hasta un cierto negocio en la 44 Street en la cosmopólita Manhattan. El vehículo arrancó y mientras hacía el transcurso desde el aeropuerto hasta el punto a convenir, observaba con detenimiento cada edificio de la ciudad, la gente pasar y algún que otro animal merodear por las calles de la populosa ciudad. Durante el transcurso de la hora de partida, hasta la llegada a convenir con su cliente habían pasado no más de 45 minutos, ya eran las 6:25 de la tarde y llegó hasta destino, bajándose del auto y entregarle el dinero del coste de viaje al conductor del vehículo.

-Quédese con el cambio, muchas gracias señor.- Inquiró con un gesto amable al conductor que aceptó su dinero y emprendió su habitual viaje.
Mientras tanto, cojió sus maletas, las cuales llevaba poca ropa, tan sólo papeles de importancia y dinero. Llegó hasta destino, el encuentro se debía, más que todo, a acuerdos por la franquicia de sus productos vitivinícolas con su cliente americano. La charla no fue tan larga, tan sólo de 1 hora y media.

Finalizada la pactación, y conforme con sus acciones, decidió por irse al Central Park, que era tan grande como una pequeña ciudad, caminó hasta allí ya que le quedaba muy cerca, el sol estaba poniéndose y los altos edificios hacían que se proyectara una gran sombra y de paso, ocultar aquella molestia solar.
Durante 15 minutos caminó hasta el frondoso parque, para después ver el primer banco a la vista y tomar asiento, mirando a su alrededor, viendo la gente pasar, hablar entre ellos, caminar con sus mascotas y todo lo que hace una persona "común".

Bajó la mirada apenas un segundo, observando el concreto de la acera del parque, estaba algo deteriorado, propio de una ciudad tan cosmopólita y populosa como lo era la gran Nueva York, pensando tan sólo si ésos negocios habían salido como lo planeaba, ya que la Manhattan es demasiado exigente en los temas de negocios, y más que todo lo que viene al ámbito financiero.

Después en un momento dado, alzó la mirada hacia el cielo, llevándose las manos hacia la nuca, concentrando su avistamiento hacia el firmamento, el sol poco a poco iba siendo ganado por la oscuridad fría y también vacía, paulatinamente ese celeste anaranjado iba siendo dominado por los puntos brillantes a los que los ingenuos llaman estrellas.

Pero, de pronto ese avistamiento tan espectacular y a la vez tan ilógico e insano se vio interrumpido por sentir una presencia algo fuera de lo normal, algo que no era de un humano cualquiera, algo que no era propio de esa raza tan patética e innata, bajó la vista incorporándose al ángulo visionario habitual, viendo enfrente de sus narices la presencia de alguien, mirándolo fijamente ya que podía ver que en su mano derecha había un arma...: Era un cazavampiros.

Quedó observando aquella figura, se le hacía demasiado familiar y a la vez, muy peculiar, aquellas distinciones se le hacían muy conocidas, lo que lo llevó a mantener una postura ínfimamente quieta, pero a la vez de estado de alerta.

Observó al platinado levantarse, al parecer, o a su modo de criterio, el otro no lo conocía tan bien, pero al ver cómo el ajeno se acercaba hasta donde su presencia, y a medida que los metros se hacían cada vez más cortos, pudo reconocer aquellas facciones, quedándose apenas fascinado y a la vez conmocionado, ya que era uno de aquellos muchachos que había visto antes en una academia, era muy conocido por sus aptitudes y comportamientos.

Ése rostro... es de... Quedó mirando el rostro del otro chico, después como un rayo atravesara su mente al recordarlo por completo, era nada más y nada menos que el chico Zero Kiryu, ésto incitó a que se levantara del asiento, y se acerca hacia donde el otro, tal vez así lo recordara, si es que aún tenía la vivez de que lo recordara.

Vaya, vaya... miren a quién tenemos aquí... si no es nada más ni nada menos que el precioso Zero... Se coloca enfrente del chico, concentrando su mirada en aquellas orbes marinas, pero rápidamente toma acciones al respecto, mirando el arma que el otro traía en su mano. ¿Ya tienes pensado matarme?, ¿tan pronto?... Ay Zerito... no seas tan melodramático... sabes bien que yo no me interpondré en tu camino... pero baja ese juguetito...

Apenas niega con los hombros, y se atreve a acercársele al medio vampiro, casi mirándolo fulminante a los ojos como queriendo apadiarse de aquellas orbes marinas.
Ah, ¿yo soy una alimaña Zerito?
Tuvo las agallas de cojer su pistola, quitándosela de las manos y mirándola por un par de momentos como si fuera un juguetito con el cual el platinado estaba jugando.
Y yo que pensaba que era algo más que eso para tí... Dijo apenas mostrándole una cortesía en una sonrisa, implacabable y a la vez casi pacífica.
Estaba en la academia, pero ya concluí los estudios... Yo no te he visto por allá, me pareció raro Zerito, pero viniendo de tí... todo es posible, ¿no te parece?
Miró por instantes el arma, deslizando el dedo pulgar por la superficie cromada del mismo, viendo aquel brillo espectacular.
[color=green]Ay Zero... ¿ésta es tu famosa Bloody Rose?.../color] Miró al medio vampiro aún sonriendo.