Mascarada - Privado.

Era increíble como una serie de coincidencias, en su mayor o menos medida, afortunadas, había hecho que Ji Ren, un orgulloso licántropo y jefe de todo un clan estuviera bailando con una chiquilla humana que en su colosal fiesta cumplía quince años, una edad importante para toda chiquilla humana, ya que se alejaba de los 10, y se acercaba a la veinte, como muy inocentemente le había informado cándidamente la muchacha mientras daban vueltas y mas vueltas, en lo que los humanos solían llamar “bailar”. Sonrió levemente a la joven muchacha (Claire, creía recordar que se llamaba) y se esforzó por mostrarse amable y atento con ella.

Después de todo, era un perfecto desconocido, invitado únicamente por la bondad de la muchacha… y su padre estaba que no le quitaba la vista de encima. Algo lógico. Era su adorada y única hija. Toda atención, todo cariño, era poco para ella… que distintos de las manadas, donde había una estricta jerarquía, pero a la vez todos eran iguales…

Pero volviendo a la razón de su estadía en esa fiesta, no pudo evitar suspirar tras la oscura mascara veneciana que ocultaba su rostro de forma exquisita (detalle de Claire, que decía que así estaba mucho más fascinante) al recordar lo que le había conducido hasta allí.

No hacia ni dos días que había estado persiguiendo por toda Alemania a un vampiro tan esquivo como peligroso… y cuando lo encontró, resulto ser una trampa, de la que pudo escapar por un pelo, y con algunos arañazos de regalo. Como él mismo solía decir, no había huido, solo se había tratado de una retirada estratégica, pues como decía el dicho: “Vive hoy, lucha mañana”.

Se juro a si mismo volver, para acabar con esa garrapata, pero eso sería cuando se recuperara… fue entonces, cuando tirado en un banco de la Plaza de los Gendarmes, escucho algo de barullo, y vio a una jovencita y a lo que parecía su mayordomo (¿seguían existiendo?) ser rodeados de una panda de camorristas.

Al principio no iba a hacer nada, que solucionaran los humanos los problemas de humanos… pero los grititos asustados de la niña, y las risotadas de esos desperdicios humanos le hicieron levantarse con un gruñido.

Sin duda, no debía presentar su mejor aspecto, después de haber peleado y huid… ejem, huido estratégicamente, de un vampiro, por lo que los chicos adoptaron su mejor cara de disculpa y se fueron rápidamente bajo la atenta mirada de sus ojos rojos.

Pero si a esos gamberros les pareció aterrador, a la joven le pareció un príncipe sacado de sus mejores sueños para salvarla… su sonrisa radiante, y el brillo de sus ojos así se lo decían. Y a pesar de la reticencia del mayordomo a la idea, invitó a Ji a su fiesta de cumpleaños, que seria esta noche en el palacio Palacio Bellevue.

El insistió de todas las formas de que no era necesario, pero la niña le agarro con presa de acero de la mano (era increíble la fuerza que podían demostrar los humanos en ciertos momentos) y le arrastro al coche, para llevarle a su casa y asearlo, cuidarlo y vestirlo para la fiesta… una vez en el coche, tuvo la sensación de haberse convertido en el perro de la familia.

De tal forma… que ahí estaba él. Bailando con ese traje de época (aunque para él no era de tanta época) negro como sus cabellos, y con un clavel rojo en el bolsillo del pecho, haciendo juego con sus ojos. Las mascara era también negra, adornada con algunas plumas del mismo color en los extremos.

No podía negar que era bonito… pero no era su estilo.

Y estas fiestas… ¿Qué decir, cuando el aroma de un vampiro entraba por la sala? Tampoco eran de su estilo.

Claire al instante le preguntó por que se había puesto tan tenso, y con una pobre excusa, de que se sentía mal, se desembarazo de la pobre niña, que no sabia que indeseada alimaña se acababa de colar en su fiesta.

Se perdió entre los invitados, buscando, olfateando… hasta que finalmente sus ojos se toparon con otros ojos carmesí, tras una mascara blanca como la espuma del mar… esos ojos le indicaron al instante de que también se había percatado de su presencia.

Como una anguila, blanca, plateada y efímera, que parecía evocar más a un espejismo que a algo real, por un momento se le escapó de su campo visual, y alarmado sus ojos recorrieron la decorada sala, en busca de su, ahora, presa.

Sin embargo, su olor era bien real, y gracias a eso pudo localizarlo de nuevo, esta vez bailando entre los brazos de una humana. Se acercó para quedar entre la gente que veía las danzas entre risas y alabanzas frívolas, para vigilarle con atención y que así no se le escapara. Pues parecía ser una serpiente muy hábil… muy rápida para su gusto.

Y para su desgracia, tenia que estar conteniéndose para no abalanzarse sobre él en este mismo instante. Con tantos humanos presentes, era sencillamente una locura revelarse así. Tendría que estar muy desesperado para cometer tal acto, tal suicidio. Y jamás haría algo que pudiera afectar de tal forma a su manada.

Además, ¿eran imaginaciones suyas, o ese vampiro esgrimía cierta sonrisilla de prepotencia? Bueno, no sabía si realmente se lo había imaginado, pero lo cierto es que con o sin sonrisa, un vampiro no tenía que hacer mucho para provocarlo.

Tan ensimismado estaba Ji, para encontrar una forma de sacarlo de allí sin hacer un alboroto y hacerlo pedazos, cuando una mano le sacó de entre la multitud y le invitó a bailar… una mano fría al tacto, cuyo dueño vestía de manera impoluta, y que tras la conocida mascara color perla, le devolvía una fría y divertida mirada desde sus ojos color rubí. Una persona que olía a vampiro.

Tuvo que contenerse para no pegarle un mordisco en la yugular ahora que lo tenía tan cerca… realmente tuvo que contenerse… sobre todo por que notaba el familiar calorcillo por su cuerpo, que le indicaba que su transformación estaba cerca. Tuvo que hacer serios esfuerzos para relajarse y mantenerse bajo control, concentrándose en la música y los humanos que los rodeaban para no iniciar el desastre.

Una vez calmado, pero no menos furioso, traspaso con la mirada al vampiro, deseando interiormente que cayera fulminado por esta y todo se acabara asi. Pero no todo era tan sencillo… por lo pronto se dedico a analizarlo.

Ofrecía un cuidado aspecto, y su cabello era realmente… bello, por mucho que le costara reconocer algo bueno de una sanguijuela. Sus ojos resultaban tan inquietantes como fascinantes, y su piel parecía de porcelana… algo que tuvo que negar rápidamente, pues solo había que ver con la facilidad que le había arrastrado a la pista de baile.

En pocas palabras, tenia que ir con cuidado y no subestimarlo.

-Bien, mi querido chupasangre- susurró con ironía. –No sé que te propones, ni lo que te ha traído aquí, pero te iba sugerir que tuviéramos nuestro baile personal en un sitio más… privado –insinuó Ji, en un tono realmente amenazador, que supo ocultar de oídos humanos por los altibajos de la música.

No me esperaba alguna pericia en el baile de su parte, pero la verdad era que teníamos el mismo nivel de agilidad en el tema, yo conocía sus pasos y él conocía los míos, toda una sorpresa que cuando yo decidía incrementar el ritmo, él podía seguirme a la perfección. No tengo idea si esto sería una novela de intenso odio, pero lo que sí sé es que por ahora, mi cuerpo se encontraba perfectamente coordinado al ajeno, y por ende ambos comenzábamos a estar en una irónica desventaja.

Ahora levanté la vista a su rostro, un perfecto óvalo que representaba una tez masculina, el filo digno de un varón bien formado y la belleza hecha persona, ese lobo era hermoso físicamente, y por unos momentos me dió tanta lástima que no fuese un vampiro, pues de serlo estaba seguro que yo le llevaría a recorrer el mundo, pues ese rostro no tardaría en volverme loco de inmediato.

Pero las cosas eran distintas.. Ese era un lycan y yo era un vampiro.

- ¿Y permitir que me aniquilaras con tanta facilidad.. ? -Sonreí. -El tono grave de mis palabras demostraba que había sido adulto en algún momento, no un mero muchacho como aparentaba.- No soy estúpido, estimado canino. Yo fuí humano alguna vez, y por ello sé que mi poder no está completo y perderé en tus brazos. -Me puse de ligeras puntitas, el baile ya estaba terminando. Con esa nueva altura, deslicé los labios a través de su mejilla y con ello me filtré hacia su oído, esbozando una intensa sonrisa.- .. Almenos de que eso quieras .. Tenerme entre tus brazos y después enredarme dentro de placer. ¿Eso es lo que te apetece? .. No es imposible. A pesar de lo que soy, mi cuerpo aún puede latir .. Y en esta mascarada, todos podemos fingir ser otra cosa hoy.

Me divertía tentar al lobo, criaturas conocidas por ser ardientes, con una sensibilidad mucho mayor a la de los vampiros y humanos para actos carnales y muchas otras cosas más. Posiblemente, yo estaba metiéndome en un problema mucho más difícil de lo que pensaba, y al tentar a un licántropo provocaría que tarde o temprano, estuviéramos solos en sus aposentos, me engañara y terminara con mi vida, pero .. ¿Acaso yo ya no había arriesgado mi vida en cosas peores? Ahora quería soñar un poco, quería disfrutar la verdadera esencia de la mascarada.

-¿Y permitir que me aniquilaras con tanta facilidad…? - esa pregunta le hizo sonreír.

Por lo que había averiguado hasta ahora de su compañero de baile, parecía que no sería tan fácil acabar con él… pero como no había forma de comunicarse con la manada sin que el vampiro se diera cuenta, o bien que los humanos no se viran involucrados, era más bien difícil que pudiera conseguir ayuda para abatirlo. Una vez más tendría que cazar solo… y no era algo que le disgustara precisamente. Sintió su corazón latir con fuerza bajo su pecho ante el embargo de imaginar al hermoso vampiro derrotado y humillado, suplicando por su no- vida.

Pero lo que ya hizo latir a su corazón a toda prisa y con disgusto, fue la cercanía de los labios del vampiro sobre su rostro, desparramando suaves palabras que para Ji no eran más que el veneno con la que la serpiente tentó a Adán y Eva.

No caería en los juegos de una criatura de belleza tan exultante, pero a la vez peligrosa.

Apartó el rostro de un tirón (si fuera por él, se habría separado al instante del vampiro, pero no quería llamar la atención de las parejas que bailaban a su alrededor), y le miró a los ojos con furia.

-Nunca caeré tan bajo como para acostarme con un vampiro- gruñó sin irse por las ramas, con un gruñido quizás más animal que humano. Eso le había hecho recordar cosas de su pasado de las que ahora se arrepentía y avergonzaba, ¿cómo en su juventud pudo haberse enamorado y acostado con una sanguijuela? Un ligero rubor que oculto la mascara cubrió sus mejillas. Jamás volveria a repetir ese error.

Ciertamente, la imagen de serpiente tentadora se ajustaba mucho a su compañero de baile. Así que se esforzó por reforzar su aplomo y la idea de que ese vampiro era uno más de sus enemigos.

-No siempre estaremos bailando, mí querida sanguijuela, cuando esto termine te seguiré y te mataré- susurró vehementemente.

Era el primer vampiro que se encontraba con el que al decirle que le iba a matar, mostraba un interés poco corriente, como si fuera algo nuevo y quisiera experimentarlo. Pero estaba seguro, que como vampiro que era, no sería, en absoluto, nada nuevo que alguien le quisiera matar. Con ese aspecto y esa forma de ser tendría que levantar pasiones, tanto malas como buenas, adonde fuera.

De repente, para su sorpresa, pues no había parado la música de sonar, el vampiro se separó de él, y se escurrió como una neblina plateada entre la gente. Sin embargo, esos ojos rojos que brillaban tras la mascara le invitaron a seguirle.

Y Ji no se hizo de rogar, pues estaba deseando hacerle pedazos.

Siguió su aroma, que era una extraña mezcla entre el frío olor de los vampiros y el de las flores, entre los oscuros y apenas concurridos pasillos del palacio, hasta que finalmente llego a un corredor, donde una doble puerta estaba abierta y dejaba pasar una débil luz… ahí estaba, ahí seria el escenario de la muerte de uno de los dos… a ser posible, del vampiro.

Rápidamente se quitó la mascara y el resto de la ropa, y la dejó tirada en el pasillo… una vez completamente desnudo, dejó que el calor se adueñara de su cuerpo y poco a poco notara, al caer a cuatro patas, como su transformación de hombre a lobo, entre gruñidos de incomodidad y dolor, se realizaba una vez más con éxito.

Cuando alzó la cabeza, era ahora la enorme cabeza de un lobo negro como la noche la que fijo su mirada en la puerta. Con pasos ligeros se acercó con un rápido trote, y enseñando los dientes abrió la puerta con el morro.

-Menudo escenario has elegido, vampiro- gruñó, algo incrédulo al ver el cuarto, antes de clavar sus ojos en su presa. El gruñido se hizo más audible en su pecho, y su pelo se erizó en señal de amenaza… sus garras rasparon el suelo con impaciencia, y se agazapo contra el suelo, listo para saltar rápidamente sobre la yugular del hermoso vampiro.

-… ¿Puedo saber tu nombre antes de matarte?- preguntó, como quien le concede unas últimas palabras a una persona condenada.