Entre las sombras de la noche... (priv. Aaron)

Era de noche, y la luna llena iluminaba tenuemente el parque. Pero eso no era problema para Ji, que teniendo unos sentidos tan desarrollados, y más transformado en lobo, casi prefería la suavidad de la luz de la noche, que la intensidad y brillo de la solar. Además de que era mucho menos asfixiante.

Sobre todo la luz del día en las ciudades podía ser mortal. La contaminación, los humanos corriendo de aquí para allá, ocupados en sus insulsas vidas, sin preocupaciones, sin saber... viviendo en la ignorancia... como los envidiaba. Y por eso justamente quería protegerlos.

Y de eso, volvía, había estado recorriendo las afueras de Londres, tanteando el terreno... y si, apestaba a vampiro, pero tenia que entrar, pues necesitaba cobertura. Era increíble como alguien de su raza y posición dependía tanto de un simple aparatito.
"Viva el siglo XXI" pensó con ironía para sí.

Y es que si uno se fijaba, entre la negra pelambrera, iba atada una pequeña mochila, donde estaba el móvil y las llaves de los distintas casas base que tenían por toda las ciudades de Europa. En concreto había una cerca de Hyde Park... y ahí estaba.

El problema estaba ahora en... la ropa. En la base había, pero para entrar necesitaba manos y dedos con que accionar la llave.

Gruño de frustración y enseño levemente los dientes. Esta era una de las desventajas de ser lobo, las casas no estaban hechas para ellos.

Bueno, se arriesgaría...

Salió del parte, y a la salida justamente vio el pequeño apartamento de pisos... la planta baja era de los suyos. Así que lentamente, el lobo se irguió sobre las patas traseras y fue perdiendo pelo... hasta mostrar un joven de ojos rojos, piel blanca y pelo como el ébano.

Se escurrió entre las sombras, como una más de ellas, y llegó hasta el portal. Confiaba que por la oscuridad, y por las horas, ningún humano estuviera paseando por la calle, o mirando por una ventana... podía ser un licántropo, pero no dejaría de ser humillante que le pillaran así. Y él tenía una dignidad que mantener.

Estaba justo debajo del pórtico del edificio de departamentos, justo donde la luz de los postes de la calle no llegaba a alumbrarlo, oculto por completo entre las sombras pasaba totalmente desapercibido para cualquiera que pasara por allí aunque esto era poco probable pues ya era de madrugada. Llevaba horas montando guardia allí, uno de sus compañeros le había dicho que en el último tiempo varias personas habían reportado ver lobos rondando por el parque central de Londres. Aquello no era algo que pudiera dejar pasar, los Licanos estaban en la zona, y tenia que mantearlos a raya, no era su intención una batalla sin sentido, pero estaba listo para enfrentarse a ellos en caso de presentarse la situación.

Durante toda la noche sólo había visto movimientos normales, algunos humanos que entraban y salían durante las primeras horas de la noche y luego nada. Aquellas avenidas eran algo peligrosas y los mortales preferían no transitar esa zona en la noche. Sentía aún el sabor a la sangre fresca en su boca, horas antes se había satisfecho con una muchacha joven que salía de su instituto más tarde de lo que debía. Ahora, con todas las energías gracias a la reciente ingesta y los sentidos aguzados al máximo esperaba a algún Licano decido a obtener valiosa información.

Sintió el aroma lobuno cuando el animal se acercó al edificio, pero no se movió para no delatar su presencia, permaneció muy quieto aprovechando la ventaja que la oscuridad le brindaba, esperando. De repente una figura masculina se hizo presente frente a él, un hombre alto de largos cabellos que iba completamente desnudo, exhibiendo su cuerpo masculino bajo los rayos de la luna opaca. Siquiera intentó contenerse y lanzó una carcajada al ver el lamentable estado del Licano, nada más humillante.

-Parece que he llegado en el momento justo para una visita –comentó mofándose de él, apoyado contra la pared del edificio con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones de cuero negro.

La carcajada le puso en alerta enseguida de que algo había pasado por alto. Y la frase que sonó entre la oscuridad de la noche no hizo sino confirmarlo.

-Parece que he llegado en el momento justo para una visita – proclamó una voz burlona.

Se giró al instante, dispuesto a no dar la espalda a su visitante nocturno, agazapado como un animal, en parte por pudor, en parte para estar listo para saltar y atacar a la minima señal de amenaza.

“Maldita sea mi suerte” maldijo para sí.

Y es que un sutil aroma en la brisa nocturna le indico quien era su visitante nocturno, rebosante de sentido del humor.

-Los sanguijuelas siempre son bienvenidas… ¡para matarlas!- gruñó con ferocidad, al mismo tiempo que una vez más, su cuerpo se llenaba de una espesa mata de pelo negro, ahora erizada por la furia, y caía a cuatro patas.

No sabia cuales eran sus intenciones, pero eso le daba igual, un vampiro era un vampiro, y un vampiro muerto, era un peligro menos.

Además, una parte de él, al verse de nuevo como un lobo se sentía mucho más seguro y confiado de enfrentarse con su visitante, y por supuesto, más cómodo.

Y a nadie le atraía la idea de luchar desnudo contra un vampiro.

Ante sus ojos aquel ser humano que, de no ser por su hediondo olor a cachorro de lobo, hubiera pasado por un hombre común y corriente, incluso bastante apuesto, se transformo en aquella criatura peluda y repugnante que en cuatro patas y cubierta por una gruesa mata de pelos oscuros le mostraba los dientes de forma amenazadora.

Pero el vampiro no retrocedió, siquiera se movió ni cambio su postura despreocupada, no temía a los Laicazos. – Los rumores de que ustedes no tienen modales se confirman…vengo aquí a hablar e intentar llegar a un acuerdo, ¿acaso ustedes sólo saben ladrar y gruñir? –sus bromas eran ofensivas, y aunque su actitud a simple vista no parecía agresiva o provocativa, sus palabras si lo eran. Claro que no iba en son de paz, sabía que los lobos no se irían de su territorio porque él se los piedra amablemente. Enemigos desde tiempos inmemorables siempre se habían exterminado mutuamente por tener intereses contrapuestos.

Pero s sentía mas que confiado, aquella sangre era rica en poder, pura, lo llenaba de fuerza, se sentía vivo, deseoso de una pelea frente a frente con aquella bestia que amenazaba con partirle el cuello en dos con sus fuertes mandíbulas si le brindaba la oportunidad.

-¿Qué puede hacer un cachorrito como tu sin su manada? Solos no son nada –Su postura cambio de repente, por una posición de ataque. Sacó su espada debajo de su gabardina de cuero, Scalibur refugió iluminada por los rayos del astro nocturno, perfecta y afilada. –Ven perrito, anímate y te haré pedacitos. –Lo desafió con aquella sonrisa arrogante, propia de él, que siempre adornaba su rostro, la pelea le resultaba excitante, y ya deseaba ver la sangre apestosa del licano regando el pavimento.

El gruñido de su garganta se fue intensificando, como el ruido de un motor en marcha, hasta que finalmente, ante su provocación soltó un rugido que estaba seguro que hasta atraería algunos humanos.

Pero eso ahora no importaba, eso le daba igual… ese insolente vampiro, que creía que con su brillante espada estaría a salvo de sus garras y colmillos… ¡necio! Estaba más que habituado a pelear con su raza de alimañas y sus truquitos, y hacerlo solo suponía mayor placer, si podía decirse. Una espada no seria un gran problema, mientras no le diera.

-¿Cachorro? ¿Modales? - repitió, formando una escalofriante sonrisa lobuna, enseñando una hilera de blancos colmillos. -¿Quién te crees que eres para hablar así a Ji Ren, jefe de clan?- le traspasó con la mirada, desprendiendo seguridad y arrogancia por cada pelo de su piel.

Sus garras rasparon el suelo, pues estaba deseoso de abalanzarse sobre él… un instinto que no reprimió en absoluto, y sin esperar una respuesta, se lanzó con las mandíbulas abiertas contra su pierna izquierda, lista para partirla en dos.

Su sonrisa se amplio ante la respuesta del lobo, así que era el líder de los Licanos, una presa más que deliciosa tratándose de alguien con sus características, alguien poderoso, un verdadero desafío después de tantas peleas absurdas, tan sencillas que siquiera sentía un verdadero regocijo cuando acababa con su adversario. Aquello iba en serio, y podía sentir la adrenalina recorrer su sangre fresa y todavía tibia gracias a la victima reciente corretear por sus venas ansiosa de poner en acción cada fibra de su cuerpo musculoso. Quería destrozar al Licano, que no quedara de su cuerpo y que sus compañeros aullaran tristes su pérdida y finalmente abandonaran Londres.

Cuando la bestia saltó en el aire y se lanzo contra el dispuesto a hincar sus colmillos en su carne Aaron se movió mucho mas rápido, de tal forma que el ojo humano no habría sido capaz de seguir su cambio de posición. Apareció detrás del jefe del clan y con un movimiento de su espada le hizo un largo tajo en el lomo del que manó un chorro de sangre roja y de fuerte aroma que barnizo el suelo. La carcajada del vampiro volvió a invadir la lúgubre noche, mientras las nubes tormentosas cubrían la luna ovalada en el firmamento.

Dio dos pasos atrás para tomar distancia y contempló a su adversario herido, orgullos se lanzo la espada al hombro disfrutando del sufrimiento ajeno, de aquellos ojos almendrados que refulgían con profundo odio. –Pues también soy el líder de los míos cachorrito, y este es mi territorio. - La emoción y felicidad que lo inundaban en ese momento era casi erótica, destripar y matar lobos era uno de sus obvies preferido, sobretodo porque no conocía la derrota, siempre había salido victorioso y como mucho con algún rasguño. Evidentemente aquella no seria la excepción.

El cabrón era rápido… más de lo calculado y esperado, y no pudo evitar soltar un leve aullido de dolor cuando sintió el frío metal de la espada cortar su pelo, piel y carne. El olor de su propia sangre inundo sus sensibles fosas nasales y arrugo el gesto.

La primera sangre vertida, desde luego, no había sido la del chupa sangre, pero eso no tenia por que indicar la victoria. Estaba seguro que seguiría insistiendo hasta atraparlo entre sus dientes, costara lo que costara, tanto si era su con su propia vida.

Había lobos muy capaces que podrían sucederle en el clan, y con el mismo odio latiendo en sus corazones. E indudablemente, si caía… seria vengado.

Al instante de tener esos pensamientos se reprendió a si mismo, ¿él, perder ante un vampiro? ¿Depender de los demás miembros de su manada? ¡Jamás perdería, y jamás contarían esa debilidad de él! Mataría el vampiro, costara lo que costar y punto.

Algo jadeante, se relamió y entrecerró los ojos, satisfecho al oírle decir que una presa no muy común se había encontrado con él esta noche.

“Oh… un líder” una nueva sed de sangre le invadió ante esa revelación. Incitada además por el maldito mote de <<cachorrito>>. “Tu lo has querido” gruñó para si.

-Entonces, pronto este territorio ya no tendrá líder chupa sangre- susurró con malicia, relamiéndose de nuevo.

Reponiéndose y olvidando el dolor de la herida, se dispuso a emplear una táctica que utilizaba pocas veces por los riesgos que corría… y porque solo se la reservaba contra los vampiros más fuertes. Y a este no había que subestimarlo.

Se agazapó de nuevo, y empezó a dar vueltas a su alrededor, con sus ojos rojos brillando de anticipación por el deseo de probar su carne. Entonces… saltó.

Pero esta vez no fue un salto como el de antes, iba directamente a por el cuerpo del vampiro… y en pleno aire se transformó de nuevo en humano. De tal forma que agarró la espada por la hoja, para apartarla de su camino, sin importarle cortarse la mano, y la con otra, sujeto la muñeca de su otro brazo, de forma que con su peso, fuerza e impulso del salto lo tiro al suelo, y clavo sus dientes en su hombro.

Hubiera preferido clavárselos en el cuello, pero había fallado. Era lo malo de medirse contra un rival tan rápido. Ya bastante que lo había atrapado.

-No me subestimes, bastardo…- logró decir, con la boca inundada por el sabor de la sangre del vampiro.

Aquel movimiento del licano le resultó ciertamente inesperado y esta vez no pudo moverse a tiempo y sintió sus dientes herir su hombro, afortunadamente al no estar convertido en lobo la herida había sido mucho más leve…si sus fauces caninas lo hubieran perforado habría estado en problemas más serios. No emitió sonido alguno y aguantó el dolor que se extendía por su brazo, sentina como por la herida abierta perdía su preciada sangre, afortunadamente los vampiros sabana rápido así que no se preocupo tanto.

Se movió bruscamente para poder quitarse al otro de encima y después de un par de intentos lo logró lanzándolo a unos metros de él, miró la herida sangrante pero no pareció darle importancia ni al dolor ni a la perdida de energía. Ahora estaba enojado, detestaba las heridas de batalla, aquello lo ponía de pésimo humor. Se llevo el cabello hacia atrás con la mano libre y arremetió de nuevo contra el otro que aún conversaba su forma humana, de este modo era mucho mas vulnerable y más sencillo darle en un punto débil.

Su espada lo atacó directo al pecho pero el otro se movió a tiempo por lo que acabo por hundirse a un lado de su vientre. –Tks… te cortare en tantos pedazos que tus amigos perrunos siquiera podrán reconocer el cadáver. –sonrió con sonar y volvió a arremeter contra el, esta vez, tomó su brazo y tiró para acercarlo lo suficiente y clavarle los dientes cerca de la aorta. Claro que no bebería su sangre, era algo tóxica para los vampiros pero lo desangraría y lo dejaría allí agonizando.

Cuando se lo quito de encima, el golpe fue tan violento, que por unos segundos necesito recobrar el aliento, agazapado en su forma humana en el suelo, con su largo pelo cubriendo su cuerpo como una capa de terciopelo negro.

Pero esos segundos fueron vitales, tal como se dio cuenta más tarde, ya que el odiado vampiro no le dejo ningún respiro, y recobrándose rápidamente de su ataque, se lanzo de nuevo a por el, espada en mano, y atacó.

Logró esquivarlo con sus reflejos de licántropo lo suficiente para no estar en estos instantes criando malvas, pero una vez más, el insidioso y odioso frío del metal de la espada le cortó su preciada carne, haciendo que un nuevo torrente de su fuerza vital se escapara por esa nueva herida.

De tal forma que no le extraño cuando le atrapó con esa facilidad del brazo y le mordió.

“¡Mierda!” se alarmó.

-¡Maldito parasito!- gruñó con voz ahogada. -¡Si he de morir, tu te mueres conmigo!- jadeó, intentando alcanzarle el cuello nuevamente, pero sentía que se le iban las fuerzas…

“¡No, no, no!” pensó desesperado. “¡No pienso acabar así, no pienso morir así!”

Sentía como a su piel desnuda le afectaba el frío de la noche… frío… si los licántropos no solían tenerlo… ¿Por qué?...

Sintió en su boca el sabor de la sangre asquerosa de esa bestia, llena con el fluido repugnante que manaba del cuerpo del lobo. Se apartó de la herida abierta dejándola sangrante y escupió en el suelo el fluido rojo con el que tenía manchados los labios y parte del rostro, su sabor era inconfundiblemente repugnante. Estaba sosteniendo el cuerpo de licano que ahora con su forma humana estaba desangrándose, podía sentir el cambio de temperatura en el, ellos que solían ser calientes ahora perdían aquella propiedad junto con dada gota de elixir de la vida que se escapaba de su cuerpo por la mordida en el cuello.

Sonrió con satisfacción notando como los ojos del otro comenzaban a cerrarse, pesados y perdiendo el brillo, ausentes. Había triunfado y aunque su propia herida dolía el orgullo y satisfacción por el triunfo opacaba cualquier molestia en su cuerpo. -¿Qué será de tu manda ahora que su líder ha muerto en manos de uno de sus enemigos? Será divertido asesinarlos uno a uno…ya no tendrán el coraje de hacerme frente sabiendo que fui quien acabo con su líder…-se mofó arrogante incorporándose, dejando el cuerpo del moribundo en el frío pavimento. Ya no había nada interesante en él, y no le quedaba más por hacer allí.

A punto estaba de retirarse cuando escucho un golpeteo en el suelo que enseguida comenzó a incrementarse, algo se acercaba y parecía ser un grupo numeroso. El aroma los delato de inmediato, un grupo de cinco lobos grandes acababa de aparecer en el extremo norte de la calle donde la pelea acababa de finalizar. –Tks… malditos, siempre están en grupo –mascullo enfadado por su mala fortuna. El grupo no tardó en arremeter contra él, quien aunque logró esquivar a algunos y dar un buen golpe a otros, recibió dos fuertes mordidas en una puerta y en el abdomen. Se mordió os labios para no chillar cuando su piel se desgarro y su sangre brotó manchando el suelo a su alrededor.

La manada estaba enfurecida y querían destruir al vampiro a toda costa por haber casi asesinado a su líder.

Ji no lo sabia, pero la manada al no recibir ninguna llamada de su líder se empezaron a preocupar, pues entrar en el apartamento- base del parque no tenia ninguna complicación… así se reunieron unos cuantos y salieron en su búsqueda.

Y, ¡ay! como fueron sus gruñidos cuando captaron el olor de la sangre de su líder… ¡entremezclándose con el helado y descompuesto aroma de un vampiro!

Acudieron rápidamente en tropel de donde venia el olor, y se abalanzaron al instante sobre el osado que había dejado de tal forma a Ji.

Y es que Ji cuando reunió de nuevo el clan, creo un requisito indispensable para todos aquellos que se quisieran unir: un profundo odio y sed de venganza contra los vampiros.

De tal forma, que ahora Aaron se las tenía que ver ahora con cinco furiosos lobos, que encima estaban azuzados ante el deplorable aspecto de su líder. Una de ellos, conteniendo su agresividad, se acerco al cuerpo yaciente de Ji, y dándole pequeños lametones para curarle las heridas, y colocándose encima para transmitirle su calor, logró que el joven líder abriera los ojos, confuso.

-Daniel… -susurró al reconocer al lobo. Era un lobo mucho más joven que él, y mezclaba su gran compasión con los suyos, con un profundo desprecio y odio hacia los vampiros.

Ji le dio las gracias, y alzando levemente el rostro vio la situación en la que se había metido el vampiro. Puede que pudiera con él en solitario… pero contra 5 lobos, era un suicidio.

Sujetándose en el enorme corpachón de Daniel, logró parar a los suyos, que bufaron por lo bajo, pero obedecieron. A Ji eso le dio igual, pues ahora su atención y sus ojos, estaban clavados en la figura de su atacante, y por poco, asesino.

-Sabes que no vas a salir de aquí con vida, vampiro…- dijo con voz cansada, pero con una leve sonrisa de burla y triunfo. -Pero puedo hacer que tu muerte sea rápida si nos das algo de información sobre los tuyos… sabemos que hay muchos nobles vampiros moviéndose entre las sombras de Londres, y nos gustaría… hincarles el diente, tu ya me entiendes- entrecerró los ojos en señal de amenaza.

Maldijo su mala suerte en silencio, todo iba maravillosamente bien hasta que aquella manada se interpuso en su camino. Sentía como la sangre se filtraba por sus heridas que, aunque no eran mortales, tardarían en sanar pues las mordidas de los lobos desgarraban tan modo la piel que costaba trabajo a su organismo recuperarse. Su mente trabajaba a velocidad para idear algún plan, obviamente las alternativas eran dos: pelear o huir. La muerte no estaba contemplada bajo ninguna posibilidad entre ellas. Por allí no había ningún otro vampiro, había ido sólo movido por su arrogancia de creerse tan fuerte como para derrotar cuanto Licano encontrase en su camino, pero no esperó a seis lobos enfadados que quisieran hacerlo pedacitos y devorar su carne como el manjar de la noche. Unos minutos más y el líder estaría muerto, la manada desorganizada y aterrada por la pérdida y él aprovechando la confusión podía encargarse de exterminarlos uno a uno. Malditos, malditos perros sarnosos que aprovechaban su ventaja numérica para obligarlo a hacer algo que realmente detestaba.

Repentinamente uno de ellos, un lobo grande de pelaje color canela que estaba cercadle jefe, vigilando que el vampiro no volviera a acercársele se prendió fuego. Las llamas azules y rojas lamían su cuerpo amenazando con reducirlo a cenizas, el animal comenzó a dar saltos y aullar como loco preso del dolor infernal que causaba el fuego sobre su carne. Los otros parecían algo desorientados y asustados por el repentino acontecimiento, sin saber como reaccionar o que hacer para ayudar a su compañero. Aaron aprovecho la distracción y emprendió una rápida huida, perdiéndose por una de las calles laterales, un callejón oscuro y estrecho que daba al parque. Cuando se hubo alejado lo suficiente el fuego se extinguió tan rápido como había aparecido, y en el cuerpo de aquel lobo no quedaban rastros de heridas, sus poderes una vez más le habían permitido escapar con vida de lo que probablemente habría sido una masacre. Aquella ilusión siempre funcionaba.

Estaba a salvo de momento, pero lo suficientemente cerca como para que los lobos le siguieran el rastro por lo que atravesó el parque a la velocidad mas rápida que su pierna herida se lo permitía y se ocultó entre el follaje de un alto y robusto roble que ocultaba bien su cuerpo lastimado. Se acomodó en una rama gruesa y se dedico a ver los mordiscones que habían rasgado su piel, detestaba a esos seres que se habían atrevido a desafiarlo. Se vengaría, tan pronto estuviera recuperado se los haría pagar uno a uno.

Una más se mostraba como una situación favorable podía volverse en tu contra como una veleta empujada por el viento. El vampiro estaba condenado, así lo demostraba el fulgor de ira y rabia que adornaba sus orgullosos y hermosos (no estaban mal para ser de un vampiro) ojos.

Se relamió los labios, notando aún en ellos el sabor de la sangre del poderoso vampiro que tenía delante, queriendo probar aun más de ella… debía pagar con sangre la sangre que él mismo había perdido. Además, sabiendo, tal y como lo ha había dicho el chupasangre, que era alguien importante… no desvelaría nada importante para salvar su pellejo… los de calaña solían tener una pobre imitación del sentido del honor con los suyos…

Iba repetir la pregunta cuando de repente Daniel, que estaba a su lado, cuidándole de forma protectora, estalló en llamas, y empezó a emitir aullidos de pánico. Se revolcó contra el suelo con desesperación, y Ji intento acercarse para ayudarle, pero se movía tan salvajemente que corría el riesgo de salir herido por su propio hermano.

Sin embargo, tan pronto como vino el misterioso fuego se fue, y no había rastro de quemaduras y heridas sobre Daniel, que se miro el lomo con ansia, no encontrando ni siquiera un pelo quemado, y gimiendo confuso.

-Parece que tienes algu…- iba a decir al vampiro… que para su rabia se había escabullido. -¡Maldita rata!- rugió, notando su cuerpo temblar por la rabia.

Sin importarle sus heridas, con un aullido que abría la señal de caza se transformó en un enorme lobo negro, de ojos rojos sedientos de la sangre de su presa, que aun notaba en su boca.

A través de los blancos colmillos surgió una voz autoritaria que ordeno:

-No paréis hasta encontrarlo, id en parejas, y avisad al resto de la manada, ese bastardo no escapara- gruñó, fuera de si, las heridas que le dolían, fueron ignoradas. La rabia y la venganza lo ocupaban todo en él.

Se junto con Daniel, y juntos empezaron a seguir el rastro del vampiro, que era bastante fácil de seguir, al estar dejando un rastro de sangre por el camino.

Finalmente el rastro los condujo hasta el parque… y aullaron para anunciarle a su presa que no tenía escapatoria, que pronto tendría a toda una manada para despellejarlo.

Daniel gruñó y miro hacia lo alto de un árbol… no lo podían ver, pues estaba oculto, pero estaba ahí, lo olían.

-Si no bajas, iremos a por ti- le advirtió Ji desde el suelo, dando vueltas con Daniel alrededor del árbol.