Bienvendo, mi pequeño esclavo (priv)

El vuelo fue sin compilaciones, afortunadamente Axel se quedó dormido enseguida así que su malestar acabó, cuando hubieron llegado a destino luego de un par de horas de vuelo su amo lo despertó llamándolo en voz baja.-Hey, despierta ya, llegamos a Londres –lo movió apenas para que recobrara la conciencia y una vez estuvo listo para ponerse de pie ambos fuero a buscar el poco equipaje que el mayor tenía. Cuando salieron de aeropuerto un auto negro los esperaba ya en la entrada, ambos subieron y este los llevo por las calles de la capital inglesa al palacio de Westminster donde el pura sangre vivía hacia ya muchos años. Era una estructura realmente impresionante, antigua pero muy bien mantenida por los sirvientes que él había contratado para que se ocuparan tanto del interior como de sus amplios jardines. Estaba todo en perfecto orden.

Se quitó su sacó al entrar y se lo entregó a una de las mujeres que se acercó a recibirlos mientras que le indicó a la otra que preparara una habitación para su nuevo huésped, el niño que ahora en más viviría allí. Era un sitio realmente grande, con miles de pasillos e innumerables habitaciones, seguramente tardaría un poco en acostumbrarse, pero luego de una semana ya dejaría de perderse. Parecía obnubilado por los lujos de aquel lugar, en el salón de estar había pinturas de artistas famosos, y preciosas esculturas que recordaban a tiempos muy antiguos.

-Ven, quiero mostrarte algo –le dijo llamándole la atención para que lo siguiera, anduvo escaleras arriba hasta el segundo piso y allí hasta el final del pasillo donde varias puertas llevaban a diferentes salas. En el final había una fina escalera de caracol que el vampiro subió ágilmente, era una torre, que poseía varias y lujosas habitaciones. Una de las tantas puertas fue la elegida por el vampiro, sacó una llave del bolsillo de su pantalón y abrió la cerradura ingresando y esperando que lo siguiera. –Mi habitación-le explicó una vez estuvieron dentro, cerrando la puerta detrás del muchacho.

Sonrió conforme al ver su cara de sorpresa, por supuesto su habitación era la mejor, los muebles eran de esbelto roble con detalles en plata, la habitación carecía de ventanas por la simple razón de que el vampiro no toleraba ni el más mínimo rayo de sol, las luces bajas para no molestarle a la vista la mantenían ligeramente en penumbras. Las cortinas eran pesadas y de color negras con detalles en morado, al igual que la alfombra. Era lujosa, demasiado, pero por fin Aaron se sentía de vuelta en casa. Dejó su equipaje en un rincón sin importancia, luego alguna de las sirvientas se ocuparía de desempacar y se sentí en la amplia cama de resortes. –Tu habitación estará lista en un rato, estará aquí a dos puertas de la mía –le explicó tranquilamente acariciando el suave almohadón de plumas sobre el que apoyó la mano.

-Aquí hay pocas reglas, pero deben ser cumplidas a la perfección. Puedes vagar por el castillo cuanto gustes, utilizar la mayoría de las salas, las que no están cerradas con llave, hay una gran biblioteca y también una piscina climatizada. Seguramente encontraras cosas interesantes.-enumeró primero las cosas buenas para que se alegrara por aquellas antes de escuchar sus obligaciones, que tal vez no le resultarían tan divertidas, al menos hasta que se acostumbrara- Ahora, tus obligaciones: debes estar disponible siempre para mí, cuando te llame o te mande a llamar debes acudir de inmediato y sin demora. Nadie aparte de mí te pondrá una mano encima, si algo así ocurriera de inmediato debes hacérmelo saber. –se llevó el cabello hacia atrás con distracción antes de seguir hablando- Tienes absolutamente prohibido abandonar este sitio, a menos que sea con mi permiso o en mi compañía…-pensó un momento más, por si estaba olvidándose de algo importante- Creo que eso es todo, no es difícil de recordar, recuerda cumplir todas las normas o recibirás los castigos correspondientes que te aseguro que no son agradables.

Sonrió y le hizo un gesto con la mano para que se acerque a él, una vez lo tuvo en frente se incorporo un poco y acercó el rostro a su cuello, oliendo su piel nívea, captando su aroma mortal. Pasó luego su lengua fría por aquella piel sensible para probar su sabor, se le había abierto el apetito.

Tenía un delicioso aroma a shampoo en el cabello, pero lo que lo mantenía embelesado era la sensación de su pulso rápido que pasaba justo debajo de su lengua. Podía sentir la sangre corretear caliente debajo de una fina capa de piel que lo separaba del elixir que lo alimentaría de ahora en adelante. Subió sus manos colocando una sobre una de las mejillas del joven para que mantuviera quieta su cabeza y no fuera apartarse en un mal momento, mientras que la otra sostuvo su hombro por la misma razón. No esperó más ni le dio ningún aviso, sus colmillos afilados y de un perfecto blanco irrumpieron en su epidermis desgarrándola para llegar a sus arterias. El rico sabor a sangre invadió enseguida su boca, sus labios se pegaron a su herida abierta y comenzó a succionar cada gota de sangre que escapaba del cuerpo del mortal. No bebería demasiado, no lo quería débil, solo quería probar un poco, mostrarle para que estaba allí, enseñarle en lo que su vida se había convertido.

Al comienzo sabía que le dolería, sobretodo al ser la primera vez que lo mordían en una zona tan sensible como el cuello, pero poco a poco aquel dolor punzante desaparecería y comenzaría a sentir un morboso placer. Era una de las características de los vampiros, el placer que sentía la victima cuando ellos consumían su vida en el acto de beber era una de las causas por las cuales no intentaban escapar. Era una de las armas del depredador. Lo dejó sentir algo de aquel placer efímero, pero luego se separó de la herida, pasando su lengua húmeda y rasposa por la herida haciendo desaparecer aquellos dos orificios con su saliva curativa. Pasó su lengua luego pro sus propios labios aprovechando hasta la última gota y luego lo miró con una sonrisa perversa y burlona. Deseaba ver su reacción… Las había de todas las clases, de los que se aterraban y se lamentaban por lo que les había ocurrido, con el tiempo en general se volvían apáticos y aburridos, esclavos como esos no le duraban mucho, acababa matándolos por puro aburrimiento. Y también estaban los que acababan volviéndose adictos a ese placer tan extraño y siempre le pedían que bebiera de ellos, que se acostara con ellos, que les regalara un poco de placer. ¿De que clase sería Axel?

Sentía como el cuerpo del chico temblaba entre sus manos era excitante, pero más lo era que el rico sabor de sangre caliente que sentía en la boca y la humedecía por completo llevándolo al éxtasis. Su sangre era de buena calidad, y si lo alimentaban bien podía mejorar aún más. El dinero que había pagado por aquel esclavo estaba ya justificado. Lo escuchó chillar de dolor, retorcerse seguramente aterrado y dolorido por la mordida, pero sólo aferró mas sus manos para que no se moviera demasiado y no se apartó hasta que sintió deseos de hacerlo. Escuchó también ese pequeño gemido de placer que inconcientemente dejo salir el mortal había probado ya el delicioso placer de ser la cena de un vampiro, ahora nunca podría olvidar aquella sensación y se volvería una especie de adicto. Cuando se apartó pudo ver en sus facciones la clara confusión que normalmente seguía a aquel acto. No comprendía nada, era lógico, los humanos eran tan ignorantes en tantos asuntos.

-Detesto explicar esto, es tan aburrido…-volvió a sentarse en la cama, mientras se relamía cada tanto en búsqueda de algún resto de sangre que pudiera haber quedado en sus labios. Dio unas palmadas a su lado en la cama para que se acomodara allí, lo notaba tembloroso aún y acabaría en el suelo- Ven tonto, terminaras allí tirado y yo no ser quien te levante –le dijo al ver que no se movía de su sitio, al parecer tenía miedo de volver a acercársele. Aquello era fastidioso, los esclavos tardaban algo de tiempo en adaptarse, si estaba de humor los torturaba un poco, y eso era lo que planeaba hacer con el pequeño castaño.

Uno vez estuvo a su lado lo obligo a tumbarse boca arriba en la cama y se colocó sobre el, a muy corta distancia de su rostro lo examino, dejando que su aliento algo mas tibio por la reciente ingestión acariciara su piel. –Tu eres mi alimento, mi juguete… me perteneces en alma y cuerpo, y nada puedes hacer para evitarlo…¿Qué harás eh? –metió su mano debajo de la camisa color claro que llevaba, tocando su piel tersa y suave, pero sobre todo tibia, viva. Podía sentir el latir de su corazón por debajo de ella, que bombardeaba sangre a todo su cuerpo. Acarició su pecho deteniéndose en una de sus tetillas para jugar con ella, masajeándola y apretándola. –Dime, ¿pondrás resistencias o te entregaras a mí?

Aquella sonrisa desafiante le gustó, realmente le aburrían un poco los niños que se entregaban a él sin más, sin siquiera oponer un poco de resistencia. Axel en cambio parecía no haber caído bajo sus encantos, y deseaba luchar, se removía y quejaba continuamente, en lugar de dejarse llevar y disfrutar de las atenciones que le estaba brindando a su cuerpo. El pobre no sabía que cuanto más se resistiera más lo excitaba, cuanto mas intentara liberarse más fuerte apretaría sus muñecas, cuanto más chillara más lo haría enfadar. Todo aquello era totalmente inútil, y por el contrario, contraproducente. Se acercó a su oído y le susurró con aquella voz ronca que denotaba sus crecientes deseos de él. – Mucho mejor… es mas divertido cuando se resisten. –comenzó a lamerle la oreja, jugando con su lengua por el interior de la misma, mordiendo suavemente su lóbulo. Siguió acariciando su pecho y estimulando sus zonas sensibles, buscando excitarlo también, esperando que su cuerpo reaccionara más allá de sus temores.

-Si te relajas…disfrutaras como nunca en tu vida pequeño..-agregó intentando sonar amable pero mas bien parecía un depredador a punto de comerse a su presa de un solo bocado. Se veía imponente ante él, quien poco podía hacer por impedir que lo tocara como quisiera. Se lo veía tan avergonzado, tan apenado, que le causaba sincera gracia. De repente el jovencito dio un grito más fuerte que los anteriores y algo lo golpe en el rostro, parpadeo algo sorprendido y observó al chico algo incrédulo por su acción, lejos d encontrarse molesto aquello sólo insito a su lado masoquista. –Así que eres rudo eh.. .entonces no seré nada amable contigo.

Levantó un poco su rostro para quedar frente a frente con él y poder mirarlo directamente, con aquella sonrisa socarrona adornando sus facciones masculinas. -¿Acaso nunca te han tocado de este modo? –agregó deslizando su mano helada hacia abajo hasta su vientre, tocándolo apenas con la yema de los dedos para después descender un poco más abriendo un botón de su pantalón.

No necesitaba que le respondiera a su pregunta, por sus reacciones era más que evidente que aquel chico nunca había estado con nadie antes, eso aumentaba su valor, por supuesto, le encantaban los esclavos vírgenes. Podría jugar con él un buen rato, cuanto mas se resistiera, más podía torturarlo, no quería que se rindiera demasiado pronto, era gracioso ver como por más que de su boca no salían más que quejas su cuerpo reaccionaba contra su voluntad a las atenciones sobre él. Era tonto, como todos cuando se iniciaban por la fuerza, no comprendían que sería muchísimo mas placentero si simplemente aceptaran su suerte. ¿Por qué nunca lo escuchaban cuando les daba aquel concejo? Ese niño no tenía idea, estaba siendo sumamente amable con él, le estaba teniendo mucha más consideración de la que le había tenido a otros, tal vez porque beber su sangre tibia lo había puesto de buen humor, o sería porque no se había puesto a llorar como niña de secundaria. Los prefería rudos a llorones.

Pasó su mano libre por sus mejillas sonrosadas y depositó un beso en una de ellas, sintiendo aquel calor tierno bajos su labios en ese momento, la sensación del calor era algo que siempre le había fascinado, tal vez por eso entre sus parejas sexuales prefería a los humantes antes que los vampiros, la calidez de sus cuerpos lo maravillaba cada vez, los volvía adictivos. Ignoró por completo sus suplicas, por mas que siguiera con eso no le iba a hacer ningún caso. Todo él le partencia y haría lo que deseara con su cuerpo, y exactamente eso deseaba en aquel momento, jugar con él por un rato. Su otra mano desprendió el segundo botón de su pantalón, ya algunos gemidos bajos habían sido liberados a pesar de la resistencia de su esclavo, pero deseaba escuchar más, más y más fuerte aquellos sonidos. Introdujo su mano fría dentro de su pantalón para comenzar a acariciar su entrepierna al comienzo por sobre su ropa interior, no deseaba asustarlo demás, no por el momento, quería que también lo disfrutara, así luego vendría por si solo a pedirle más. Comenzó a tocarlo primero muy despacio para que se acostumbrara al contacto y luego tomo si miembro entre sus dedos comenzó a frotarlo, aumentando la fricción con la tela que lo separaba de un contacto directo.

Sus labios se desviaron por su cuello dándole pequeñas mordidas sin llegar a lastimarlo, sólo dejando las marcas de sus dientes que en pocas horas desaparecerían. Su mano libre abrió cada uno de los botones su camisa para tener su torso a disponibilidad, siguió con sus caricias allí, pellizcándolo y acariciándolo alternativamente. –Admite de una vez que te gusta, y será más fácil para ti…-agregó sin descuidar ninguna de sus actividades.

Sus labios siguieron bajando encontrándose ahora con su pecho dándole algunas lamidas a sus pezones para estimularlos, le gustaba ver que tan apenado se sentía por aquel juego, como su resistencia iba disminuyendo cada vez más hasta que acabaría rendido. A pesar de que insistiera con que no quería eso su cuerpo demostraba lo contrario y reaccionaba a las atenciones que le brindaba. Era un buen niño y se había comportado bien hasta ahora, así que sería amable con él, al menos en la primera vez, mas adelante las cosas serían diferentes pues es sexo meloso lo aburría. Volvió a subir hasta su oído para susurrar en él con aquella voz ronca que tenía cuando comenzaba a excitarse. –Haz sido un buen niño Axel…mereces un premio, ¿no crees? –con su mano libre tomó la mano que estaba en la boca del menor con la que pretendía evitar que más deliciosos sonidos brotaran de sus labios, no iba a permitirle semejante cosa, era un absoluto desperdicio, así que apretó su mano no muy fuerte entre la suya apoyándola contra la cama.

-No llorisquees, se que te gusta…-la mano que estaba en su entrepierna se ocupo de bajarlo un poco el pantalón hasta las rodillas y luego hizo lo mismo con su ropa interior dejándolo expuesto para poder así comenzar a masturbarlo directamente sin mediación de ninguna tela molesta. Sentía el sexo del otro caliente, comenzaba a ponerse cada vez más duro ante sus atenciones, no tardaría mucho en estar listo para que comenzara el verdadero juego. La mano que sostenía con la suya la llevo dentro de su camisa para incitando al menor a que lo tocara también, a que se relajara y se entregara a la situación que estaba viviendo, después de todo era lo mejor que podía hacer dado que no había forma de escapar de él. Nunca había entendido porque a veces ponían aquella resistencia inútil, de todos modos acabarían cediendo, sólo era más sufrimiento para ellos mismos, pero no parecían darse cuenta.

Se acomodo mejor bajando su rostro hasta llegar a su pelvis, sonrió gustoso de lo que veía y comenzó a lamer el sexo del esclavo, deseaba que terminara de excitarse por completo, quería poseerlo de una vez por todas. Estaba ansioso por ver su reacción, bien sabía que ya no podría seguir resistiéndose y de una vez por todas dejaría de luchar contra sus propios deseos. Colocó las manos sobre sus muslos mientras su boca jugaba allí abajo esperando oírlo gemir de placer.

El chico seguía quejándose débilmente, gimoteando, poniendo una pobre resistencia a lo que el vampiro lo hacía sentir. De ser mas inteligente hubiera aprovechado que estaba siendo amable con él y hubiera ofrecido más colaboración. Sentía como el cuerpo del menor estaba tenso, evidentemente estaba nervioso, y aunque su cuerpo respondía al placer que recibía su mente aún se debatía intentando modificar aquellas reacciones fisiológicas perfectamente naturales. Su lengua siguió recorriendo su sexo por unos momentos más, deteniéndose luego en la punta del mismo donde apretó con los labios para después metérselo por completo en la boca, comenzado a mover la cabeza de arriba hacia abajo para darle más placer. Ya podía sentirlo completamente duro y caliente, rozando con sus dientes y paladar cada tanto debido a los movimientos. Sintió la mano del chico sobre sus cabellos y se sintió complacido, estaba ya prácticamente completamente entregado a él, parecía finalmente haber logrado derribar la última de sus resistencias.

Se apartó oportunamente de su miembro puesto quería que acabara corriéndose antes de tiempo, apoyó la palmas de sus manos en la parte interior de las piernas del menor para mantenerlas abiertas de modo que pudieran así rodear sus caderas. Quitó de allí la mano derecha para poder ocuparse de su propio pantalón, quitando la molesta tela que mantenía presa su erección provocándole algo de incomodidad y dolor. Hizo que las piernas del menor lo rodearan para que pudiera sostenerse de él, apoyo entonces una mano sobre el colchón. Su otra mano fue hacia los labios del castaño, metiéndolos con algo de brusquedad dentro de la misma para que los humedeciera con su saliva, una vez estuvieron listos los llevo a la entrada del menor, introduciendo primero el índice para comenzar a dilatarlo, a pesar de tan sólo tratarse de uno de sus dedos aún estaba apretado, seguramente por sus nervios, así que introdujo también el medio para que la tara de dilatarlo fuera un poco más rápida a pesar de que esto provocara algo más de dolor.

Lo sintió removerse y gimotear un poco, era obvio que dolía, peor debía resistir, no había más opción, siempre era así al comienzo y sobretodo las primeras veces. Comenzó a mover ambos dedos en forma circular, y cuando estuvo ya algo mejor comenzó a meterlos y sacarlos aumentando un poco la presión, su rostro estaba a suficiente distancia de el del chico como para poder observar sus expresiones, disfrutando de cada una d ellas. De cómo su boca se abría dejando escapar aquellos gritos, y sus mejillas redondeadas teñidas de rosado.