Sesion de masajes... [priv. Xeyn]

Cuando llegaron a su hogar, aquel imponente y amplio palacio, ignoró por completo la cara de sorpresa que seguramente debió poner el joven al descubrir donde era que él vivía. Siempre resultaba igual, nadie imaginaba que fuera dueño de una propiedad como esa, su apariencia no indicaba que estuviera en tan buena posición económica y social, aunque tal vez si se prestaba algo de atención se notaba cómo despilfarraba el dinero. Ingresó dejándolo pasar primero, para ser de noche era extraño que se viera tanto movimiento, varías de las criadas estaban ocupándose de mantener todo limpio y en orden, salía aroma a comida de la cocina, y el sitio estaba con una temperatura agradable. Aaron tenía a muchos mortales viviendo allí dentro, la mayoría de su personal era humano, y prefería mantenerlos contentos, así que la temperatura estaba dispuesta de tal modo que fuera agradable para ellos, él no sentía frío y tampoco calor, normalmente.

Pasó sin prestar atención al movimiento en la casa, era algo de rutina para él, simplemente el entregó su abrigo a una de las criadas cuando esta se acercó para tomarlo y guió al pelirrojo escaleras arriba. Para su personal aquello no era tampoco anda extraño, estaban acostumbrados a que el amo apareciera con jóvenes desconocidos a altas horas de la noche, no eran quienes para criticar aquel estilo de vida, y en realidad tampoco era de su incumbencia. Subió así hasta la torre donde se encontraba su habitación, supuso que para los masajes se necesitaría de un sitio cómodo, y por eso escogió su habitación, era íntimo y agradable, al menos para él.

Abrió la puerta y dejo ingresar primero al muchacho entrando después, volviendo a cerrarla ras sí. Era un cuarto increíblemente bello, adornado con un marcado estilo barroco, los muebles eran evidentemente antiguos, pero restaurados para que estuvieran en perfectas condiciones. Su cama era amplia, de dos plazas, y llamativamente no había ni una ventana. Se aproximo a la cama y se sentó en ella con total normalidad y parsimonia, observando al joven a la espera de sus indicaciones. –Bienvenido a mi hogar-dijo finalmente, para después esbozar una pequeña sonrisa- Dime, ¿Qué debo hacer?

Realmente le impresionó ver dónde vivía ese hombre, que parecía tan normal a simple vista... Su palacio era enorme, y cuando entraron sintió que el gran lugar lo succionaba hacia su interior. Le sorprendió ver que incluso siendo tan tarde por la noche, los criados seguían estando activos y con quehaceres... Y eso empezó a darle mala espina, pero algo en su interior lo obligó a seguir a Aaron, algo que en ese hombre ejercía una potente atracción sobre él.

Subieron las escaleras y entraron en la habitación, que no se quedaba atrás comparada con el resto del castillo. Era suntuosa y muy amplia. No pudo evitar soltar una exclamación de asombro, mirando con atención cada pequeño detalle... y preguntándose cuánto valdría cada uno de esos muebles actualmente en el mercado... Seguramente una de esas piezas de anticuario costaba lo mismo que el piso que él compartía.

-Este sitio es increíble...-musitó mientras seguía dando vueltas y mirándolo todo, entonces escuchó su pregunta y se giró, viéndolo en la cama-. Bueno...-tragó saliva con fuerza, algo nervioso-. Lo primero sería que te quitases la camiseta... Los masajes con ropa no suelen ser precisamente agradables...-susurró en voz muy baja... ni siquiera estaba seguro de si él había llegado a oírlo. No sabía que le ocurría, siempre había estado muy seguro de sí mismo, y en ese momento se sentía como un cachorrillo asustado e intimidado por un perro mayor.

Sonrió de cierto modo arrogante, aunque el menor no podía verlo pues tenia la vista clavada en sus zapatos, parecía sentirse avergonzado, o tal vez, intimidado por el vampiro. Sabía que su sola presencia no sólo atraía a los mortales hacia su destino fatal, sino también hacía que se sintieran pequeñitos, inferiores, indefensos ante su poder. Se quito los zapatos y los dejó a un lado de la cama para luego quitarse la camisa, con deliberada lentitud, tomándose su tiempo luego para doblarla y dejarla en el extremo de la cama.


-¿Solo la camiseta? –pregunto en un tono ligeramente extraño, aunque actuaba con tanta normalidad que esto quedaba algo disimulado. ¿Se suponía que estaba con un profesional no? Un chico como aquel debía haber estado en presencia de más de un hombre ligero de ropa y no sería la primera vez que hacia masajes, era su trabajo después de todo, aunque podía percibir lo nervios y tenso que estaba. Tal vez, en algún sitio de su cuerpo, sabía que no se estaba metiendo en nada bueno. Se cursó de piernas apoyando ambas manos sobre el colchón,, esperando sus indicaciones, realmente no sabía que era exactamente lo que tenía que hacer, ¿debía recostarse o quedarse allí sentado?

-Espero sea una sesión digna de recordar –agregó en tono algo bromista, aunque en parte hablaba enserio. Le divertía ver como el chico sudaba un poco debido a los nervios de los que estaba preso en aquel momento. La situación se volvía más cómica aún siendo que el vampiro se encantaba tan relajado que incluso se aprovechaba de los nervios del pelirrojo para gastarle bromas.


-¿Eres todo un profesional no? Puedo confiar en ti supongo –era evidente el tono burlesco en su frase, pero no le importó.

En algunos momentos notaba que el mayor se estaba metiendo con él... de algún modo. Quizás se había dado cuenta de lo nervioso que estaba y se aprovechaba de ello para mofarse. Aunque... ¿quién no lo haría? Era un masajista que estaba tan tenso e inquieto que quien acabaría necesitando una sesión sería él si las cosas continuaban así. Tragó saliva fuertemente una vez más, y se acerco otro poquito a la cama.

-Bueno... depende de lo que quieras. Si quieres un masaje medio pues sólo la camisa... si quieres un masaje completo deberías quitarte todo y ponerte una toalla en... en... en esta zona-señala la zona del trasero y la de delante de este, rojo como un tomate. Tenía ganas de meter la cabeza en un cubo de agua y ver si se le pasaba la tontería.

Nunca había estado así de nervioso... Bueno, con su antiguo amo vampiro era algo típico todos los días, pero porque nunca sabía qué iba a tocarle soportar. Quizás en esos momentos influyese el hecho de encontrarse con un desconocido a solas en sus aposentos privados... Era una situación bastante extraña y al mismo tiempo algo comprometedora.

Se sentó en el borde de la cama, esperando que él decidiese qué tipo de masaje quería para dar comienzo con su trabajo.

Escuchó la respuesta del pelirrojo, con aquella sonrisa un poco burlona adornándole el rostro inevitablemente, ¿Qué clase de masajista se avergonzaba ante el cuerpo desnudo de su cliente? Era ciertamente gracioso, aunque no dudaba de la profesionalidad del muchacho, él era un cliente un tanto especial. Se recostó en la cama boca abajo, su iba hacerle masajes en la espalda dedujo que aquella sería la mejor y más cómoda posición para eso.

-Haremos una pequeña prueba, puedes empezar con mi espalda –acomodó la cabeza de lado, de modo tal que pudiera verlo acercarse a la cama, esperando que finalmente comenzara con aquella sesión, antes de eso agregó un comentario, que fue dicho sin más aunque era un poco comprometedor para el nervioso mortal- Si me agrada luego veremos. -Cerró los ojos simplemente aguardando, esperando sentir sus manos tibiamente humanas sobre su espalda, tenía diversos focos de dolor en ella, sus músculos estaban algo tensos más por los viajes en avión y por las malas posiciones al dormir que por estrés. El cabello lo tenía bastante largo ya, y le caía sobre la frente ocultando un poco sus ojos que igualmente estaban cerrados.

Sus palabras hicieron que Xeyn se pusiese aún más nervioso, mientras los veía tumbarse boca abajo en la cama. Tomó aire profundamente y se obligó a sí mismo a guardar la calma y la compostura, a mantenerse firme. Se colocó en una posición que sería más comoda para ambos, algo más cerca pero aún sentado a su lado, y llevó sus manos a la espalda ajena, empezando por masajear un poco sus hombros... que estaban realmente tensos.

Movió sus manos y sus dedos firmemente, recorriendo cada músculo y bajando ligeramente hacia los omoplatos, presionando en los puntos exactos donde lo notaba más tenso de lo normal. Poco a poco fue bajando y pasó a masajear toda su espalda con movimientos circulares, ascendiendo y descendiendos. Se notaba la práctica y los años de estudio que había llevado...

-Estás bastante tenso...-comentó, como un método para romper el horrible e incómodo silencio que se había hecho en la sala en los últimos minutos.

Sintió sus manos tibias, al comienzo algo tímidas e inseguras comenzar por sus hombros, tocando sus músculos doloridos y duros por la tensión. Pareció después tomar más confianza y los masajes eran lo suficientemente fuertes como para lograr aflojar un poco aquellas contracciones musculares que le traían múltiples dolores, era bueno en lo que hacía sus manos aliviaban esos dolores que ya se habían vuelto crónicos en él. Se sentía cómodo y relajado, y no le incomodaba aquel silencio entre ellos, siempre le había gustado el silencio, lo prefería a decir tonterías simplemente por rellenarlo.

Sus manos ahora se ocupaban de la parte mas ancha de su espalda, tocando los puntos exactos de dolor aliviándolos luego de un rato de masajear allí, era todo un profesional, definitivamente alguien útil para tener cerca. Abrió un ojo aunque sin moverse o cambiar de posición cuando lo escuchó decir aquello. –No es raro, soy un hombre bastante ocupado –aceptó su observación pues la compartía.-Eres bueno, me gusta como lo haces, -Aquella afirmación, perfectamente normal, sonaba extraña, tal vez porque salía de sus labios, o por el tono en que la había formulado, daba que pensar….

Siguió dándole el masaje poco a poco, centrándose mucho en su trabajo. No sabía por qué, pero quería que le gustase, que se relajase entre sus manos... además de que quería mantener su orgullo y dar un masaje en condiciones. Entonces escuchó sus últimas palabras, y se puso rojo como un tomate. No sabía si le habían sonado mal a él o las había dicho el otro con una intención maliciosa... Se quedó quieto unos segundos, con las manos detenidas sobre la pálida piel de su espalda, hasta que finalmente reaccionó y siguió moviéndolas, bajando esta vez hasta la base de la espalda, siguiendo con esos movimientos circulares.

-Gra... gracias, intento serlo...-susurró sin dejar de estar sonrojado, entonces se dio cuenta de que iba a tener que hacer algo que le iba a avergonzar aún más-. Emmm... voy a tener que colocarme encima tuyo... para poder seguir...

Había comenzado a entrarle algo de sueño, pensó que el contacto de aquellas manos harían que sintiera otra clase de cos, pero en cierto modo lo relajaban y lo hacían tener deseos de dormir, era bastante extraño, nunca antes le había pasado algo así, Cuando escuchó aquello simplemente asintió moviendo un poco la cabeza, le daba igual en realidad, aquella idea no lo incomodaba para nada a pesar de que parecía que al otro sí.

Lo sintió acomodarse sobre él para continuar con el masaje, sentir su cuerpo más pequeño y delgado que el suyo en esa posición era algo nuevo y a lo que no estaba acostumbrado, pero no le pareció desagradable, era hábil en lo que hacía, logrado que se relajara y aquel dolor en sus músculos al que ya se había acostumbrado comenzara a ceder. Comenzó a pensar que no sería mala idea tener un esclavo como aquel, tenía una habilidad que ninguno de los otros poseía, y una bastante útil. Lo tomó de un momento a otro de la muñeca y se giró en la cama, sin quitárselo de encima, logrando que ahora el muchacho acabara sentado sobre su vientre, viendo al vampiro directamente a la cara. Descubrió su antebrazo de la ropa que llevaba para poder observarlo sorprendiéndose al encontrar allí esa maraca, aquel símbolo que indicaba que ya pertenecía a alguien, que había realizado un pacto de sangre, frunció levemente el ceño y regresó su mirada al muchacho.

-¿Quién es tu amo? –preguntó seriamente y con cierta curiosidad, conocía a la mayoría de los puros, al menos los de Londres.

Mientra seguía con los masajes, empezó a darse cuenta de cosas que no cuadraban... y que por desgracia empezaban a abrirle poco a poco los ojos, y a recordarle el orígen de la extraña sensación de conocimiento que cargaba desde hacía un rato. Su espalda era fría... quizás demasiado fría, como si tuviese una hipotermia grave... Era apuesto, demasiado, y ese aire letal que lo acompañaba... ¿Podría ser que en realidad fuese un... vampiro?

Antes de tener siquiera tiempo a reaccionar, el otro lo agarró fuertemente y le hizo esa pregunta directa... tanto que ya no quedaba lugar para la duda en su mente: era un vampiro. Y él había vuelto a caer en las garras de una de esas horribles criaturas una vez más, como un auténtico imbécil. El corazón se le desbocó por el miedo, la angustia y los recuerdos que tenía de su antiguo amo. Lo miró con los ojos muy abiertos, y con voz entrecortada trató de responderle lo mejor que supo.

-Yo... yo no sé su nombre... Ni siquiera me lo dijo... Pero ya no pertenezco a nadie, así que suéltame vampiro...-intentaba en vano esconder su miedo... aunque era evidente por el temblor de su voz que estaba aterrorizado.

Enarcó una ceja ante esta respuesta, ilógica por supuesto, pero no lo soltó y por el contrario volvió el agarre un poco mas fuerte aunque dudaba que en el estado de pánico que parecía estar el muchacho fuera capaz de intentar siquiera escapar. Parecía prácticamente paralizado por le miedo, ya conocía a los vampiros, sabía de las cosas que eran capaces, y era perfectamente lógico que entonces les temiera. Se había puesto pálido y su voz temblaba cada vez que articulaba una palabra en respuesta a su pregunta. Si no sabía su nombre no era muy útil en realidad, pero era extraño que un vampiro dejara libre a su mascota por allí, expuesta a los peligros de la noche. ¿Habría muerto? Era la forma más común en que un humano se libraba de aquel trágico destino, pues rara vez un vampiro abandonaba su victima, el vincula que se creaba entre el mortal y el vampiro era fuerte, y aunque rara vez el inmortal se encariñaba con su esclavo, el vinculo no resultaba simple de romper por el simple hecho de que se acostumbraba a su sangre.

Le daba bastante curiosidad, pues no era lo mismo un vampiro muerto que uno desaparecido, en el segundo caso podía regresar cuando quisiera y reclamar nuevamente al mortal, volviendo a convertirlo en su esclavo, a menos que antes, otro vampiro lo tomara para él…

-¿Qué pasó con él? No es muy común que un mortal se libre de la unión con un vampiro –respondió esperando una explicación clara por su parte, para poder en base a ella tomar alguna clase de decisión.

Notó cómo lo agarraba con más fuerza, y empezó a temblar como una hoja. Se maldijo a sí mismo por ser tan débil, por haberse dejado marcar tanto por su antiguo amo... por tener tanto miedo en esos momentos que era incapaz de defenderse ante el vampiro que tenía ante sí. Temía por su vida, porque aunque el anterior vampiro con el que se había topado no lo había matado... sabía que solían hacerlo.

-Él... se largó sin más, una noche... y no regresó nunca... Me abandonó...-susurré-. Al principio, los primeros días, yo seguía sintiéndolo como si estuviese a mi lado, aspirando su aroma y notando su tacto... pero llegó un día en el que no sentí nada más, en el que dejé de percibirle... Supongo que ahí fue cuando el vínculo que nos unía se deshizo...-susurró con voz trémula, sin dejar de mirarle.

Escuchó con atención su respuesta, parecía revivir el dolor de aquel tiempo cuando hablaba, pero entonces lo asaltó la duda ¿era acaso dolor por haber sido victima de la sed y la maldad de aquel vampiro que se había vuelto su amo? O… ¿Se traba entonces de tristeza, añoranza, por ese tiempo pasado? ¿Era posible que lo extrañara, que hubiera sentido un profundo dolor cuando este lo abandono sin mirar atrás? No había escuchado sobre algo como eso antes, tal vez porque era muy extraño que un vampiro abandonara a su esclavo, en general cuando se aburrían de ellos simplemente los mataban, no se podía correr el riesgo de que el mortal permaneciera con vida y pudiera contar a otros lo que le había ocurrido. Le llamó la atención y quiso saber más, podía leerse el dolor y la infelicidad en sus ojos, en cada una de sus facciones cuando hablaba de aquello se percibía un antiguo y profundo dolor.

-¿A que se debe tu tristeza? ¿A su pérdida o a tu condición de esclavitud? –cuestionó ciertamente incrédulo ante lo que veía, no pensó que los humanos fueran capaces e sentir cosas como esas, que verdaderamente pudieran llegar a tomar cariño por su depredador, claro que acababan volviéndose sumisos a él, y en cierto modo adictos a la sensación de volverse alimento vivo de estos seres, a ser poseídos de formas únicas y brutales por ellos, dándoles un placer más allá de lo humano, ¿pero un verdadero sentimiento? No creía eso posible. Así como el depredador no podía querer a su presa, era simplemente una aberración a su propia naturaleza de asesino.

Lo tomó del mentón con su otra mano obligándole a que mantuviera la vista fija en sus ojos, no podía leer mentes, pero si darse cuenta cuando alguien estaba mintiendo con sólo observar en la profanidad de sus ojos.

Seguía teniéndole pavor. La situación era extraña... porque le recordaba al vampiro que fue su dueño hacía unos meses. El vampiro que le enseñó el dolor, el placer... y al mismo tiempo el sufrimiento. Intentaba parecer firme, fuerte... no flaquear como hizo la primera vez con su amo... Intentaba demostrar a ese vampiro que no era tan débil como lo veía, y que podía defenderse llegado el momento... Pero era incapaz. Inmovilizado en su cama, en su casa... no tenía posibilidades de escapar si decidía huir, si decidía resistirse. Así que sólo le quedaba responder a sus preguntas y esperar que al vampiro no le diera hambre.

-Mi tristeza... esta causada por una mezcla de todo eso... Él me hizo daño, me violó en incontables ocasiones y me trató como a un objeto... Pero yo le amaba... y una vez pasas con el ser al que amas un año de tu vida, se te hace difícil volver a la normalidad como todos los demás... Caminas por la calle y esperas verlo en cada esquina, regresando para buscarte... pero cuando giras por la acera él no está al otro lado. Sólo un enorme vacío que te consume poco a poco... Y te preguntas, en qué momento de la historia, la bestia se convirtió en un príncipe.

Lo escuchó con atención a pesar de que su expresión no demostraba interés, era seria y vacía, como la mayoría del tiempo. Le resultaba sumamente extraño aquello que contaba un humano enamorándose de un vampiro, una presa añorando las filosas garras de su depredador. No había escuchado antes algo como aquello, los humanos eran realmente idiotas… se dejaban engañar tan fácilmente. Los vampiros eran, por definición, por estructura, incapaces de tener sentimientos amables hacia un mortal, era su alimento, sus juguetes, pero algunos como ese chico parecían disfrutar de aquello, e incluso si tenían la fortuna de ser liberados parecían sufrir el doble el estar alejados de su antiguo amo. Eran realmente criaturas confusas y complicadas.

-Él no te amaba, no sentía nada por ti, eras simplemente uno más de sus juguetes, es estúpidos que sigas llorisqueando por alguien a quien nunca le importarás ni un poco –respondió con frialdad, como siempre, era lo que realmente pensaba, y en pare le haría bien al muchacho darse cuenta de eso de una vez por todas. Aunque tal vez lo suyo ya no tenía arreglo, luego de ser esclavo de un vampiro puede que la única forma en que pudiera seguir viviendo era convirtiéndose en el esclavo de otro. Sonrió ampliamente e ante esa idea y se incorporo un poco, uno de sus brazos rodearon la cintura del pelirrojo asegurándose de que no pudiera escapar, mientras la otra apartó sus cabellos brillantes de su cuello para dejarlo ante su visión.

-Aunque… si tanto añoras esa sensación, si tanto deseas volver a ser victima…puedo hacerte el favor. –Acercó sus labios a la piel rosada y suave de su cuello, rimero rozándola con ellos para después rasguñarla despacio con sus colmillos sin llegar aún a sacarle sangre, deseando tan solo ponerlo nervioso y que su sangre se inundara de adrenalina.